jueves, 6 de septiembre de 2012

Carta de una Mujer Indígena



Soy una mujer indígena, hija de la tierra y el sol,
pertenezco a una raza con una cultura milenaria que hoy conservo como un tesoro…
Convivo con lo que me rodea, con la lluvia, el viento, la montaña, el cielo…
Soy feliz en estas soledades…
tengo tiempo para contar las estrellas,
tiempo para poner mis sueños al día,
para danzar con los pájaros sintiendo el aire fresco del amanecer
y hablar en silencio con los animales, con las plantas, con los espíritus…
Sé sembrar con la Luna los frutos del alimento,
teñir la lana para hacer el tejido,
hacer medicina como me enseñó mi abuela,
cantar al nuevo día.
Sé amasar sencillamente con fidelidad y con ternura…
Soy mujer indígena, mujer como la Madre tierra,
fértil, callada, protectora y fuerte.
Yo no sé de economía, ni de bancos, ni de política ni subvenciones.
Pero si sé cuando mi mundo está en peligro
y sé cuándo las cosas son buenas o no.
No entiendo de muchas cosas,
a la gente del gobierno que vienen con muchas promesas,
palabras de aire cuando hay elecciones y después nada,
a los que vienen a querer cambiar mi mundo, mis vestidos, mi espiritualidad…
los que roban, los que experimentan con mis hijos,
o les sacan sus órganos para los winkas ricos,
los que mienten, los que me sacan las tierras, los que me explotan,
los que intercambian mi arte y mis tejidos por comida o alcohol
y me pagan una miseria por el trabajo de meses
para venderlos en las ciudades lejanas de Europa.
No entiendo a los que se hacen mis amigos para sacarme conocimientos,
los que vienen con grandes máquinas para talar el bosque,
los que agujerean la tierra para sacarle su sangre,
los que esconden en la comunidad basura en bidones para contaminarnos,
los que nos ponen vacunas, los que experimentan con mi sangre,
los que tienen buena fe y creen que vienen a ayudarme a integrarme poniéndome cables de luz
y trayendo la “caja boba” para confundirme,
los que me ponen zapatos,
los que quieren cambiar mis costumbres ancestrales,
los que me miran como un bicho raro y me sacan fotos,
los que quieren que baile por dinero,
los que vienen con muchas palabras bonitas a hacer iglesias
en nuestros lugares sagrados,
los que intentan esclavizarme con dependencias ajenas a mi cultura,
los que entran armados en nuestras tierras para echarnos,
a los extranjeros que vienen de vacaciones
de guerrilla a enfrentarme con los militares y luego
se van protegidos a sus lejanas tierras…
a veces las cosas se ponen peor para nuestra gente, nos apresan, nos matan…
Tampoco entiendo a los que me desprecian,
los que me ignoran,
los que no les importo nada y me roban todo, hasta mi dignidad…
Soy mujer indígena y sé lo que quiero…
cambiar cosas, esas cosas que duelen dentro
y se van agrandando como la impotencia, el desamparo,
la destrucción, las palabras incumplidas, el desamor
y ese sentimiento de estar siendo violada constantemente.
Quiero gritar
¡Déjenme en paz!… Quiero seguir viviendo así
simplemente, con la tierra y mi gente,
la que ríe, la que crea,
la que vibra la vida así como es, sin alterar las cosas,
la que comparte, la que acaricia,
la que no tiene prisa y ama sin esperar nada,
la que no se aburre…
Quiero que me respeten,
soy mujer de la tierra, fuerte como el árbol
que resiste al viento como el junco en la corriente,
firme como la montaña más alta, frágil como el colibrí
y dulce como los atardeceres.
Soy mujer indígena, hija de la tierra y el sol
y aunque no entienda muchas cosas,
se lo que quiero, tengo esperanza y sé que las cosas
van a cambiar.

Gladys Vila Pihue ha dado vida a la Carta de una Mujer Indígena, de la autora Chelita – Sudamérica y que se encuentra en la revista “Yo Indio” Nº 4.-
Título: La mujer indígena, un orgullo que se lleva en la mirada
Lugar: Localidad de Ahuexotitlán, municipio de Atlixtac

Con Amor y Agradecimiento. La Zia